Prólogo
A modo de disculpa
El milenio ponía fin a sus días y lo mismo hacía yo con la escritura de un libro que narra la historia de la Guardia del Monte, un fuerte de frontera convertido por el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas en el centro de la escena nacional y hoy en el pueblo de San Miguel del Monte en la provincia de Buenos Aires. Completada la obra pero todavía jaqueado por documentos, investigaciones y olor a naftalina, me pregunté si podría —si debía, porque poder ya había podido y sin pudor meterme con la historia— destapar los perfumes que los cuentos siempre tuvieron para mí.
Y aquí estoy, sosteniendo la indecencia de publicar algunas de aquellas fragancias rescatadas de vientos que los años y sus tristezas se llevaron lejos. Escritos al calor de los aguijones que esconden en su extremo ciertas frases literarias que inspiran como consignas, estos cuentos cortos se dejaron traer sin ninguna pretensión y con todo placer. Aunque lo amaría, no puedo decir como Jorge Luis Borges 'soy todos los autores que he leído' porque queda demostrado que, o leí poco o lo mucho que leí me ayudó poco. Ya lo decía el sabio filósofo León Gieco, todos somos un poco Salieris modernos. Con la utopía de quedar impregnados, seguimos aspirando el bouquet de esa última gota de vino en las copas de donde bebieron los escritores que admiramos. Me siento feliz de haber sido aguijoneado por Sara Gallardo, el propio Borges, Bukowski, Cortázar, Dal Masetto y Odysséas Elýtis entre tantos otros.
El título original con el que comencé a preparar este libro fue "Dejarse de cuentos" pero porque era casi una invitación a olvidar el asunto decidí cambiarlo por el más positivo "Venir con cuentos". Espero no haberme equivocado. No lo digo por el cambio de nombre sino por el empecinamiento en no olvidar el asunto.
Buenos Aires, octubre de 2015
Miguel Fabiano
